Nunca hay un solo motivo para iniciar algo y
estoy convencida que nunca hay un único argumento para terminarlo.
Hace poco más de un año mi vida cambió y una
consecuencia de esos cambios fue las ganas de hacer algo diferente. En ese
momento tenía un dinerillo ahorrado, un trabajo remunerado que me dejaba
bastante tiempo libre y la necesidad de empezar con algo nuevo. Algo nuevo
donde aprender, algo nuevo donde desarrollar mis capacidades, algo nuevo para
quizás labrarme un futuro diferente. En ese momento y un poco por casualidad
encontré Sabochi.
Sabochi me pareció la oportunidad que
buscaba, una franquicia que me aportara el knowhow que yo no tenía, una
inversión asequible y un buen producto. Además en mi ciudad no se ofertaba la
ropa premamá por lo que pensé que todo estaba encaminado a funcionar. Monté un
equipo y en septiembre de 2012 subimos la persiana. Nervios, ilusión, trabajo y
más trabajo fueron pasando. Después llegó el blog. Un reto y un hobby, un medio
potentísimo para dar a conocer nuestro trabajo. Con el blog llegaron también
las primeras desilusiones: todos esos compromisos de colaboración que jamás llegaron,
pero también muchas alegrías… la colaboración de mis amigas, el aumento de
lectoras, las felicitaciones (que a todas nos gustan) y la alegría de ver cómo
nos mencionaban en una página web de renombre. Fue un momento de orgullo,
vernos tan bien posicionadas en Google era una satisfacción.
Pero a todo esto le acompaña el esfuerzo, los
madrugones, los nervios de no poder llegar a todo. Los momentos de llegar a
casa y ver que aún queda mucho por hacer, los ratos en que mis hijos demandan
una atención que no les puedo dar, la insistente pregunta de si merecerá la pena.
Llega el día en que hemos de dar un paso al frente y este día es hoy. He
decidido que hasta aquí hemos llegado, que merezco tener más tiempo y menos
preocupaciones y que algo tengo que dejar por el camino. Ese algo es la tienda y
con ella dejo dos personas sin trabajo pero la satisfacción de haberlas
conocido, una inversión sin amortizar pero muchos conocimientos que no hubiese
adquirido de otro modo, una franquicia explorada y quizás una nueva oportunidad
de negocio en el futuro, un montón de nuevas tiendecitas a las que auguro un gran futuro si le decidan
el mismo empeño e ilusión que yo lo he dedicado.
Ahora es momento de reencontrarme y disfrutar
de la alegría de que las cosas pasan y las podemos contar. Es momento de ceder
el testigo a alguien con más tiempo y nueva ilusión. Es momento de ceder el
testigo a Conchi. Es momento de despedirme para quizás, más adelante, volvernos
a encontrar.